Se conoce como enojo, enfado o ira a la emoción que se produce como respuesta ante un conflicto. La ira es una de las 5 emociones fundamentales en los seres humanos y, como todas las emociones, tiene un efecto psicológico y físico en nosotros. Al igual que la alegría, la ira impacta en nosotros activando la energía corporal, pero en este caso, en lugar de activar los músculos y el organismo en general para producir más energía y disfrutar de un acontecimiento, con la ira o enojo el cuerpo ejerce una respuesta corporal donde se activa a la defensiva, se prepara para el ataque y se genera una energía interna que mueve a la destrucción. Cuando nos enfadamos, nuestro ritmo cardíaco aumenta y la respiración se acelera, los músculos también se tensan y el flujo sanguíneo se eleva tras la amenaza recibida. Es importante entender que una amenaza en nuestro mundo actual puede considerarse desde un insulto o comentario desagradable hasta un hecho que ponga en riesgo nuestra vida y nuestra integridad física. Esto dependerá de cada persona, de su capacidad de respuesta y del acontecimiento en sí mismo. Generalmente, ante una situación de conflicto actuamos con agresividad. Esto implica que nuestra fuerza y nuestra resistencia aumentan, pero también se crean secuelas tras actuar de esta forma. Los músculos del rostro son uno de los más afectados al activar nuestra ira y actuar con agresividad. La piel de nuestra frente, los músculos cerca de nuestros labios y el cuello se tensan, generando presión en la piel y líneas de expresión que antes no existían. Los músculos y órganos del cuerpo también se tensionan, lo cual si es en exceso puede llegar a provocar lesiones y dolencias posteriores. Las emociones se determinan en función de nuestros pensamientos. Cuando interpretamos una situación como una injusticia, un abuso, una falta de respeto o como un obstáculo para conseguir una meta, sentimos ira. Los pensamientos derivados de estas interpretaciones muchas veces son el motivo de la sensación de ira, aumentando la posibilidad de tener conductas agresivas. Hablar de agresividad es diferente que hablar de la emoción de la ira, ya que la ira puede ser expresada con agresividad, siendo esta una de las maneras de gestionar la ira. Existen otras maneras para la gestión de la ira, las cuales están orientadas a la resolución del problema y no a fomentar la ira como energía para la destrucción. Más adelante publicaremos artículos relacionados con este tema y sobre la gestión de las emociones a través de ejercicios. Coméntanos qué te ha parecido este artículo y comparte si crees que le puede servir de ayuda a otras personas. ¡Que tengas un feliz día!
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